sábado, 1 de agosto de 2009

EL DISCURSO DE LOS COBARDES

Yo, cuando se produce un asesinato por parte de esta pandilla de hijos de puta llamada ETA, me agarro un doble cabreo. Uno por el asesinato en sí y por todo lo que significa, por la vergüenza que siento, como española, de que ocurran estas cosas en mí país y que no haya fuerza que les ponga freno y por la repugnancia que me produce que unos cobardes de mierda impongan ciertas normas de convivencia a base de pistolas y tiro en la nunca.

Luego viene la segunda parte que ya es el colmo y que parece que viene a ensañarse con la indignación y el dolor. Esta segunda parte son las manifestaciones y las lamentaciones de políticos y otros representantes sociales.

La clase política, tan vulgar, que tenemos en este país, lleva muchos años diciendo lo mismo y haciendo lo contrario, y es nuestro deber aguantarla y respetarla. No son capaces de renovar el discurso vacío y obligado que creen que tienen que hacer ante hechos de esta naturaleza.

“El destino de todos los terroristas es la cárcel y la derrota”. “Cumplirán enteramente las penas que les sean impuestas”. "Nunca conseguirán doblegar el espíritu de libertad del pueblo”. “Son unos cobardes”…..Ya, ya….
Y todo esto acompañado de caras de circunstancias y pucheritos infantiles. No se cansan. Para ellos es una frase más de la letanía que deben recitar y lo seguirán haciendo -porque eso entra en el sueldo- veinte, treinta años más o los que sean necesarios, pero ETA, seguirá ahí y seguirá matando. Sin embargo, tras esto hay una triste realidad que deben asumir los políticos y colgársela en su “debe” particular: la falta de acciones legales para, al menos, debilitar a la banda asesina. ¿Cómo se concibe que en un estado que se dice de derecho se haya permitido hasta hace cuatro días en los ayuntamientos concejales y alcaldes de ANV, asociación política ilegalizada y afín a los terroristas, cobrando mucho dinero del Estado Español? ¿Cómo se tardó tanto en poner fin a este ultraje? ¿Por qué, aunque se diga lo contrario, se negoció de tú a tú con estos asesinos y existe la voluntad de volverlo a hacer cuando las circunstancias así lo aconsejen?¿Por qué el PNV, en vez de hacer el papel de plañidera cuando se produce un asesinato, no muestra un rechazo frontal a la banda y deja de bailarles el agua y hacerse depositario de muchos de sus postulados? ¿Por qué siempre sus políticas son de división y separación y nunca de unión?

Son muchas bajezas y muchas mentiras las que España y su ciudadanía tenemos que soportar de éstos que condenan y lloran y después hacen lo que venga bien a su política partidista. Ellos mismos lo dicen cuando les interesa: “El terrorismo se combate con la ley en la mano, con la firmeza y con la unión de las fuerzas políticas y de los ciudadanos”. Ya, pero ¿dónde está esa fortaleza y esa unión? ¿Dónde está la aplicación de la ley en todo su rigor? ¿Por qué los que tienen que dar ejemplo no lo hacen?

A veces llego a preguntarme si habrá algún interés en que ETA siga existiendo. Al menos, en algunos casos, hemos visto que esa supuesta fortaleza y esa unión que no existe, se trucaba en moneda de cambio para intentar efímeras victorias políticas. Eso es una bajeza sin nombre que ningún partido debe llevar en su filosofía política.

No está próxima la desaparición de ETA, que nadie se engañe. Siento transmitirles este pesimismo personal que me agobia. Para ello, España tendría que reinventarse de nuevo.

Para matar no es necesario tener una gran capacidad material y logística, basta con un monstruo y una pistola. Yo creo que ha llegado el momento de prescindir de la clase política. Estos no lo van a arreglar, está súper demostrado. No quieren hacerlo, o no les interesa. Esto lo puede arreglar una reacción popular que, de momento, no se vislumbra pero que es la única solución. No sería la primera vez en nuestra nación que, ante la impasibilidad política, fuera el pueblo el que tuviera que asumir las soluciones. Pero no me parece esta España de hoy, lo suficientemente España como para asumir este compromiso. Ya hubo, y hay, quien se ha encargado de cortarle los espolones.

Hoy, España no reacciona. España deriva arrastrada por la corriente. Sin rumbo. ¡Qué pena de España!