Amada España:
Siempre orgullosos de lo nuestro y de los nuestros. Siempre orgullosos de ti, país milenario y glorioso, y no sin razones sobradas. España retorcida, inhumana muchas veces, pisoteada y ultrajada tantas veces por tus propios hijos, pero siempre digna. España capaz de las más gloriosas gestas que la humanidad ha conocido. España saqueada hasta la extenuación; incomprendida, malquerida, conquistada y conquistadora, sangrada y doblegada. España de paladines, de genios, de guerreros y de monjes, de marinos y de adelantados. Tú, la España que has escrito una de las historias más admirables que el mundo ha conocido. Una epopeya inimaginable, una Biblia sin dioses ni profetas, un testamento imperecedero.
De Viriato a don Pelayo, del Cid al Gran Capitán, de Berceo a Velazquez, de Pizarro a Cortés, de Quevedo a Picasso, de Ignacio de Loyola a Escrivá de Balaguer, de Cánovas a Pablo Iglesias. Todos forjadores de esta España inmortal, mítica y legendaria, indiana y provinciana, esteparia y marinera.
España de corridas de toros, de coplas y paseos bajo los álamos. De siesta y procesión. De iglesia y de taberna. España que se equivoca y llora sus errores, pero incapaz de aprender de ellos. España plañidera y conformista, fácil de regalarte el oído. Que gustas de los cantos de sirenas y no aprendes que esos cantos te llevan siempre a estrellarte contra los arrecifes traicioneros.
Vuelves a las andadas, España. Vuelves a sonrojarte y no eres capaz de reaccionar. ¿Dónde está aquella furia y aquel orgullo que tan patente quedó en aquel glorioso dos de mayo, plantándole cara al gabacho? ¿Qué queda de aquel respeto y admiración que el mundo sentía por ti? ¿Quién te ha puesto en esta situación?
Ya no es la primera vez que te hunden los despropósitos, la deslealtad y la incoherencia de tus dirigentes, pero siempre has sabido reaccionar con bravura y con orgullo. ¿Qué te ocurre hoy que pareces entumecida y fuera de la realidad?
Debes recordar quien eres, y sobre todo, quien fuiste. Debes recordar que civilizaste medio mundo y que tus hijos escribieron gestas que te dieron la mayor de las glorias. Y debes recordar quienes te hicieron grande y quienes te tiraron por los suelos. Pero no tardes, España. No tardes porque entonces se hará más dolorosa tu desgracia y más difícil tú remedio. Tu cabeza debe volver a serenarse y la sangre a correr por tus venas como ríos de esperanza.
De nada vale lamentarse y llorar como Boabdil. Hay que reaccionar y levantarse como hiciste siempre. Habrá que decirle a alguien que se vaya y tendrás que elegir de nuevo. Pero a ese nuevo tendrá que quedarle claro que su obligación es solucionar tus problemas. El bienestar de tus ciudadanos. Recuperar tu prestigio internacional y hacer que seas respetada en el mundo. Debe de quedarle claro que los problemas, los graves problemas que padeces, no se arreglan cambiándole el nombre a las calles de tus ciudades, ni reprobando al Papa en el Parlamento español porque a algunos de sus integrantes no les gusta su doctrina, ni investigando que pasó en Guantánamo con los taliban. Debe quedarle claro que tienes una Constitución –ley fundamental- que dice que todo español tiene derecho al trabajo, a la cultura, a la sanidad y a elegir libremente la lengua en la que quiere hablar, que tu eres rica en lenguas y a ninguna desprecias ni impones. Que eres igual de Este a Oeste y de Norte a Sur. Que si tienes un euro, es para todos en igual proporción y que no hay españoles de primera ni de segunda clase. Que las leyes son para ser cumplidas por los de izquierdas, derechas y centro, por los ciudadanos y por los gobernantes. Que los políticos están para servirte y no para que tu les sirvas, y que los jueces están para juzgar y no para conspirar a favor de determinados partidos políticos. Y que, en definitiva, tú estás por encima de cualquier ideal político.
Es simplemente eso. Esta vez no hay que tomar las armas. Simplemente con comprender y hacer comprender esto, podrás salir adelante. Pero para esto también hace falta coraje.
Si consigues esto, volverás a ser grande. Tus ciudadanos vivirán en paz y prosperidad y se volverá a reír en las calles, porque habrá trabajo y no miseria. No tendrás que sonrojarte cuando tus representantes salgan al exterior a mostrar su patetismo y te enorgullecerás de lo que puedes aportar a la comunidad internacional.
Es muy fácil, España. Tú puedes hacerlo. De peores situaciones has salido y no vas a ser menos ahora. Pero debes aprender la lección. Olvídate de aventureros y validos del tres al cuarto que te llevan chupando la sangre desde hace siglos. Debes escoger entre la seriedad y la demagogia. Tú, sólo tú, tienes la palabra.
Me dueles, España, pero eso lo soporto. Lo que no soporto es verte así.