(Este pensamiento surgió a raíz de los carteles que fueron puestos en algunos autobuses donde rezaba "Puede que Dios no exista").
Puede que no. Entonces hay que empezar a creer que este mundo en el que vivimos es otra cosa totalmente ajena a lo que la historia nos ha venido contando.
La historia, toda la historia que en este mundo se ha escrito, desde Europa hasta América, desde América hasta Asia, desde Asia hasta Oceanía y la de todo el continente africano, más otros continentes que dicen que han existido anteriormente, como el caso de la supuesta Atlántida, de la que nos habla Platón, es pura mentira.
La humanidad siempre ha tenido necesidad de un Dios. Un Dios, fuera quien fuese, un ente superior que cuidara de nosotros. Podía estar representado por un sol, por una luna, por el fuego, por los fuertes vientos, por las galernas marinas o, simplemente, por la benigna climatología que nos proporcionaban las cosechas que nos daban de comer.
Todo eso, lo bueno y lo malo, siempre fue atribuido a un Dios, o sea, a un ser superior del que, desde que el mundo es mundo, sus habitantes han tenido clara su existencia, sin fisuras.
Hemos esperado al siglo XXI para comenzar a predicar que Dios no existe. Pero esto no se afirma con la valentía suficiente. Se dice que "puede que Dios no exista". ¡Claro, claro!
Pues, puede. Que duda cabe. Eso es una propaganda -semilla- que puede germinar en muchas gentes abrumadas por las necesidades de unos tiempos que no ofrecen nada. Nada de nada. Es un caldo de cultivo que puede resultar efectivo entre gentes que ya no creen en nada, porque nada tienen. A quienes no se les ha enseñado ningún principio ni ningún norte por el que vivir, ni ningún después por el que luchar.
Vamos en contra de la vida misma. Vamos en contra de toda la historia de la humanidad. Vamos en contra de Dios. De un Dios, interprétenle como quieran. De un Dios que la humanidad siempre ha admitido como tal.
En esta época que nos ha tocado vivir, ya sólo nos faltaba eso. Nos faltaba una corriente de pensamiento que proclamara que Dios "es probable que no exista". Pero no tiene el suficiente valor de decirlo a las claras. Es decir, una cuadrilla de timadores que pescan a río revuelto.
Para mí, Dios existe ¿cómo no va a existir? Es que si no ¿que pinto yo aquí? ¿Nunca han pensado en eso?
¡Que mundo! Hemos llegado a un mundo donde hasta los autobuses niegan la existencia de Dios. ¡Me lo expliquen!
El mundo de hoy no está sobrado de principios morales, y sin estos, una civilización no puede subsistir.
Yo nunca he sido proclive a profecías ni a previsiones agoreras que nos proclamaban grandes desgracias si no nos plegábamos a no sé qué cuantas historias.
A mí nunca me gustaron los mensajes “Marianos” de Fátima. Nunca ha sido mi religiosidad compatible con esas historias. Qué ocurre, ¿que lo que Cristo no consiguió en la tierra, se lo encarga ahora a su Madre en formas y maneras extrahumanas? Lo siento, pero no trago por ahí.
Lo que sí trago, y de lo que estoy convencida, es que a esta civilización le queda poco. Recuerden por qué cayó el Imperio Romano y otras civilizaciones superiores: Por la inmoralidad, por la falta de creencias, porque no había nada detrás en lo que creyeran, porque no entendían que hubiese ningún futuro después de la muerte, porque sus sentidos se habían quedado vacíos.
No hay peor cosa en esta vida que no tener en qué creer. Ahí es cuando nos viene la pregunta: Entonces ¿para qué estamos aquí…..?
Puede que Dios no exista. Puede. Pero, ¿entonces ……?
Esta pregunta me atormenta, aunque no tengo duda de que Dios existe. ¿Quién maneja, entonces, esta compleja maquinaria que es el mundo? ¿Quién controla nuestros impulsos?
Si ese, al que llamamos Dios, no existiera, ya hacía muchas “lunas” que nosotros tampoco existiríamos.
Ahora pueden llamarme lo que quieran. No lamento ser tan sincera.